El escenario internacional mexicano es un vaivén entre la búsqueda de la multilateralidad y la inevitable dependencia de Estados Unidos. La Presidenta Sheinbaum, con su visión pacifista, rechaza las amenazas de Donald Trump de imponer aranceles adicionales a los países que se alineen con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Aunque México no es miembro formal, asistió como observador a la cumbre de los BRICS, donde se habló de movilizar recursos contra el cambio climático y combatir enfermedades ligadas a la pobreza. ¡Claro, siempre mejor que el incremento del gasto armamentista que Trump adora!
Trump, por su parte, ya cumplió su promesa con Japón y Corea del Sur, imponiendo aranceles del 25%. El Senado, liderado por Noroña, aunque reconoce la vocación de mantener relaciones con Estados Unidos, también subraya la necesidad de diversificar el intercambio comercial con naciones como China.
Sin embargo, la peculiaridad es que, mientras nuestro humanismo marca charrito Pemex se acerca al mensaje de los BRICS, la maldita, puerca y cerda realidad nos ancla de manera inmutable a la esfera de influencia estadounidense. Porque, como bien se sabe, la dependencia económica es resultado de políticas neoliberales de hace décadas, y un desacoplamiento como lo sueñan los comunistas de panfleto facebookero causaría dolor humano incuantificable. ¡Vaya dilema! No queremos un emperador, pero nos es imposible salir del imperio.
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