¡Ah, la flamante Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión, un verdadero monumento a la hipocresía legislativa! La oposición la ha bautizado cariñosamente como "Ley Censura", porque, claro, ¿qué hay más libre que una ley que te dice cómo opinar y te vigila en tiempo real? Los genios de Morena y sus siempre leales aliados la aprobaron con una prisa admirable, justo como se aprueban las leyes que no tienen nada que ocultar. La Presidenta Sheinbaum, con su inigualable aplomo, nos asegura que "ni espía ni censura, ni nada que se le parezca".
¿Y el artículo 183?
Idéntico al de 2014, ¡ese que antes era una "aberración jurídica" y un "insulto a la inteligencia ciudadana" cuando la izquierda estaba en la oposición! Ahora, es la panacea de la seguridad. Es como si la verdad fuera una de esas viejas leyes: se saca del cajón, se le cambia el nombre y ¡voilà!, es nueva y revolucionaria.
La oposición, entretanto, pasea ataúdes simbólicos, lamentando la "muerte de la libertad", mientras el oficialismo celebra que el "Big Brother" por fin tiene su licencia oficial. Disfruten la conexión, si no los desconectan por "interés público" o por no distinguir entre "información" y "opinión". ¡Qué tiempos, qué avances!.
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