La economía mexicana es un campo minado de ajustes menores y dependientes de datos. El Banco de México, en su infinita prudencia, decidió bajar la tasa de interés a 8%, su nivel más bajo desde 2022. A pesar de que la inflación subió a 4.51% y ya supera las expectativas del mercado.
¡Qué maravilla! Bajan tasas cuando la inflación repunta. Jonathan Heath, el subgobernador disidente, por supuesto, votó en contra. Pero, ¿quién necesita un economista cuando se tiene un mercado y una realidad que ignorar?.
Las exportaciones cayeron 0.4% en mayo, gracias, en parte, a los aranceles del 25% de Trump a las importaciones automotrices mexicanas mientras el T-MEC, esa promesa de prosperidad, ahora se ve amenazado por una guerra comercial.
El inocente Alfonso Ramírez Cuéllar, vicecoordinador de Morena, advierte que la nueva legislación antimonopólica debe respetar el T-MEC. Porque no hay nada como una crisis económica para recordar la importancia de los tratados que antes se despreciaban.
En resumen, la economía mexicana es como un paciente en terapia intensiva del Seguro Social: le bajan la fiebre, pero ignoran la infección.
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